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El ayuno

El ayuno es una parte esencial en la sanación. Se utiliza como tratamiento médico de primera línea en todos los sistemas de salud tradicionales. La razón de esto es muy simple: es algo natural. Los animales lo hacen. Las plantas lo hacen.


Se necesita tiempo para cambiar de hábitos con el fin de prevenir o de curar una sobrecarga en el organismo. El hecho de no encontrarse bien da como resultado una pérdida del apetito, una tendencia natural a no comer. En las sociedades humanas de todo el mundo, y a lo largo de los siglos, encontramos tradiciones que reflejan la habitual relación humana con el ayuno. Las religiones, los manuales para el desarrollo espiritual, todos incluyen el consejo de ayunar con regularidad. El ayuno es natural.


El ayuno es esencial. El ayuno tiene efectos en todo nuestro sistema, efectos tanto físicos como mentales. Por un lado, suele sucedernos que cuantos más alimentos consumimos, más alimentos necesitamos. Nuestro organismo funciona de una manera rutinaria. Si hay una gran cantidad de alimentos a nuestro alrededor, nuestro sistema necesita la confirmación continua de que la abundancia que nos rodea todavía sigue ahí, disponible para nosotros. Así que cuanto más comemos, ¡más hambre tenemos! Nuestro habitual enfoque mental en la comida nos lleva a creer que la necesitamos constantemente. Dependemos de la comida, de la abundancia de comida. Sin embargo, todo lo que ingresa en nuestro cuerpo ha de ser procesado, descompuesto y excretado. Cuanto más comamos, más trabajo le estaremos exigiendo a nuestro sistema. Cuanto más ocupado esté nuestro sistema en digerir, menos energía le quedará para realizar cualquier otra función.


Detener ese ciclo de dependencia, esa idea de que necesitamos todo el tiempo algo que comer para poder sobrevivir, se consigue mediante el ayuno. Deja de comer y experimentarás la sensación de que en realidad no necesitas comida para vivir. Deja de comer y experimentarás una sensación de mayor energía y claridad mental. La energía que ahorrará tu sistema durante el ayuno estará disponible para otras funciones importantes. El ayuno nos da la oportunidad de romper con bastantes hábitos del día a día. El hecho de romper nuestras rutinas tiene una gran ventaja para nuestra salud: detiene la acumulación de productos de desecho. Los productos de desecho son el inevitable resultado final de esa quema de energía tan necesaria en nuestro organismo para que nuestras células puedan realizar sus actividades habituales. Si quemamos menos energía, estaremos poniendo a disposición de nuestro organismo más espacio, más tiempo y más energía para que nuestras células puedan hacerse cargo de otros trabajos.


El ayuno también consigue apartar nuestro foco de atención de nuestras rutinas diarias. Como durante el ayuno ya no tenemos que comprar ni que comer, podemos entonces centrar nuestra atención en otras cosas. Más espacio, más tiempo y más energía para otras actividades.


Práctica


Tienes que tener en mente dos objetivos relacionados con el ayuno que vas a realizar: 1) aportar tanta energía a tu organismo como puedas, y 2) estimular a tu organismo todo lo que puedas. Por un lado, el calor es energía, así que tienes que aportar calor a tu sistema. Por otra parte, puedes estimular tu sistema mediante sustancias que lo irriten ligeramente, que lo despierten, que lo activen.


Tus bebidas serán:

• Agua tibia con jugo fresco de limón o de lima.

• Infusión de hierbas estimulantes como el jengibre, la canela, el hinojo, la ortiga o el ginseng. También hay disponibles comercialmente productos que se anuncian como “para limpieza de la sangre”, “para limpieza del hígado” o “para limpieza intestinal”. Si el sabor te resulta desagradable, puedes agregar una cucharada de miel cuando la infusión se haya enfriado.

• Puedes beber agua a temperatura ambiente (con o sin jugo de limón).

• Puedes beber jugo de pomelo sin diluir, pero solo si lo haces con moderación.


Tu intención tiene que ser también la de no desperdiciar energía. Esto significa que durante el ayuno tienes que tratar de interaccionar lo menos posible con el mundo exterior. Tienes que poner tu foco en otro sitio diferente al habitual. No planifiques ninguna actividad, sea física o mental. Debes hacerte consciente de tus propias necesidades y de tus propios sentimientos, permitir que tengan lugar y atenderlos. Añade a tu organismo calor adicional mediante una bolsa de agua caliente en las zonas de tu cuerpo donde sientas malestar, o simplemente para ayudar en el proceso de limpieza en general. El cuello, los hombros, la espalda baja y el abdomen son las zonas más adecuadas para aplicar calor adicional.


El movimiento ayudará a que tu energía fluya mejor. Si te sientes bien (y solo mientras te sientas bien), puedes salir a caminar, ir en bicicleta o nadar (¡cuidado, no dejes nunca que tu cuerpo se enfríe!). Todas las actividades físicas debes realizarlas con calma, sin forzar. Adáptate a cómo sientas tu cuerpo en cada momento.


Respirar es una forma mucho más eficiente de aportar energía al organismo. La respiración profunda yóguica es un ejercicio ideal para ello. Durante el período de ayuno, te aconsejo que dediques mucho tiempo a practicar esta técnica yóguica de respiración. Incluso el simple hecho de que en todas las circunstancias de tu vida prestes atención a tu respiración lenta y profunda, te ayudará a rebajar tu ritmo de vida en general.


Idealmente, deberías extender tu período de ayuno hasta que percibas internamente la señal de que tu organismo está listo de nuevo para recibir alimentos y digerirlos. Si no tienes el tiempo o la oportunidad de esperar a que esa señal se produzca, yo te aconsejo que tu período mínimo de ayuno sea de tres días. Despues, durante dos semanas más, debes seguir unos hábitos de alimentación muy diferentes a los de antes del ayuno. No deberías comer más de dos comidas al día, además, en poca cantidad y a base de vegetales. Lo mejor es ingerir comidas calientes y bebidas calientes (a pequeños sorbos y solo entre comidas).


Cuando llegue el momento de romper el ayuno, debes hacerlo con cuidado, lentamente, para que así puedas ir acumulando de nuevo la energía que necesitas para volver a digerir. Comienza con alimentos lo más ligeros posible, los cuales necesitan poca energía digestiva. Por ejemplo: las sopas.


Alimentos ordenados de ligeros a pesados (de fáciles a difíciles de digerir):

Agua: alimentos diluidos en agua, como las sopas.

Plantas: alimentos vegetales, pero evitando las comidas procesadas “de sustitución”.

Pescado.

Aves de corral: esto incluye los huevos.

Mamíferos: carne, productos lácteos.


Recuerda que los alimentos se pueden aligerar cocinándolos, lo que los hace más fáciles de digerir. La fruta es fría y no resulta fácil de digerir, especialmente durante el invierno; sin embargo, es más fácil de digerir si se cocina. Por regla general, tu comida debe consistir en alimentos locales y de temporada.


El tiempo del ayuno debe ser para ti un tiempo de contemplación. Permítete experimentar lo que es vivir el momento presente, y también acepta todo lo que vayas sintiendo como parte de lo que tú eres. No te preocupes por “hacer más", simplemente experiméntate “siendo”. Tu única reacción con respecto a tu cuerpo durante esas sensaciones cambiantes propias del ayuno, debería ser decidir entre acostarte y descansar o bien moverse con suavidad. Tu única preocupación debería ser la de procurarte una bolsa de agua caliente, colocarla sobre tu cuerpo y observar si ese calor te hace sentir mejor o no. Tu intención no tiene que estar enfocada en cambiar las circunstancias que produzcan en ti incomodidad, sino en alterar levemente tu experiencia, tu percepción acerca de esas circunstancias. Así habrás conseguido cambiar tu enfoque.


Los efectos duraderos del ayuno surgen precisamente a partir de ese cambio de enfoque. Si tras el ayuno procuras seguir experimentando una visión diferente de la vida, como cuando ayunabas, entonces tu mente y tu cuerpo empezarán a funcionar de una manera diferente. Si tomas conciencia de esas circunstancias en tu vida que tanta tensión provocan en tu sistema, tendrás entonces la oportunidad de tomar nuevas decisiones sobre cómo quieres responder ahora a esas mismas circunstancias. Si esas situaciones y relaciones que tan mal llevabas antes dejan ahora de afectarte tanto, y además, consigues reducir tu ritmo y la presión de tu vida diaria, el resultado será un funcionamiento mucho más eficiente de tu organismo.


El ayuno ayuda a curar enfermedades y, lo que es más importante, ayuda a prevenir enfermedades

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