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Sanación

Los seres humanos venimos a este mundo cada uno con nuestro propio desequilibrio específico, un desequilibrio que va a suponer nuestro reto en la vida. El sistema humano mantiene un equilibrio general a lo largo de la vida, en todas las circunstancias, sin embargo, el propósito más profundo de cada individuo consiste en afrontar su propio desafío particular en la vida y tomar las medidas necesarias para llevar esa pequeña parte, que es una parte de todo el campo humano en desarrollo, en consonancia con el movimiento de todo el campo humano que, a su vez, está siendo impulsado por la evolución de todo el universo. Ciclos dentro de ciclos.


Cuando nuestro sistema muestra signos de lucha (considerados por la humanidad moderna como “enfermedades”), esto es una señal externa de que está tratando de mantener su equilibrio. Mostramos estos signos cada vez que nuestro organismo necesita cerrarse o reducir drásticamente sus actividades "normales" para poder centrar todos sus esfuerzos en mantener ese equilibrio. De hecho, esta es una señal de sanación, el intento de devolver el equilibrio al sistema. Para nosotros, esta es la señal que nos avisa de que debemos hacer cambios drásticos en la forma en que vivimos nuestras vidas, y no para comenzar a combatir los signos, las enfermedades. El sistema ya está lidiando con el verdadero problema de su desequilibrio subyacente, así que debemos apoyar esos esfuerzos, no obstaculizarlos.


Los signos agudos en un proceso de curación indican que, momentáneamente, el sistema está luchando por mantener su equilibrio. Simplemente descansando un poco más o haciendo pequeños ajustes temporales, el sistema se recuperará y podrá continuar con su anterior rutina de vida basada en los mecanismos de supervivencia que ya tenía aprendidos. Sin embargo, si los signos son crónicos, lo que se está poniendo en evidencia es un problema más profundo, un problema que apunta a una incompatibilidad entre las necesidades internas fundamentales de esa vida específica y el equilibrio de supervivencia a partir de lo aprendido que el sistema trata de mantener. En este punto se hace imprescindible reconocer que, para que ese sistema, ese organismo siga viviendo y floreciendo, se requiere de un gran cambio en el punto de equilibrio. Esto significa que hay que permitir que el sistema se desequilibre para poder dar lugar, de forma natural, a un nuevo equilibrio más fácil de mantener. Así pues, el mensaje del sistema es: “Ya no puedo hacerlo así: ¿podemos intentarlo de otra manera?”.


Entonces, las enfermedades agudas son simplemente períodos cortos en los que el sistema lucha por volver al equilibrio anterior. Las dolencias crónicas, las molestias que se repiten y las enfermedades prolongadas son signos de que el sistema no ha logrado superar las crisis agudas de sanación y de que está utilizando los viejos modos de supervivencia sin realmente tener éxito. Si queremos seguir viviendo en equilibrio, es necesario que cambiemos ese punto de equilibrio de las viejas rutinas de supervivencia. Necesitamos cambiar los patrones con los que solemos reaccionar a los estímulos de la vida. Esto va a requerir de importantes cambios en nuestra vida, la mayoría de las veces relacionados con aspectos tan fundamentales como las relaciones familiares o de amistad, el trabajo, el lugar en que vivimos o las circunstancias que nos rodean.


Hay ciertos principios que debemos tener en cuenta si verdaderamente queremos apoyar un proceso de curación.


1. Las reglas de la mente importan Cuando nuestro sistema muestra signos de lucha por mantener su equilibrio, debemos hacernos conscientes de que es nuestra forma de vida la que nos ha llevado a ese punto de lucha. Entonces, para poder ayudar realmente a nuestro sistema a mantener su equilibrio interno, es fundamental que hagamos cambios significativos en nuestra forma de vida. Para evaluar si esos cambios realizados son lo suficientemente significativos, basta con observar los efectos que tienen en nuestra vida. Para poder apoyar nuestro proceso de sanación, es necesario que cambiemos nuestra manera de pensar. Esto puede implicar ciertos cambios en aspectos de nuestra vida como el entorno en que vivimos, nuestros hábitos y/o nuestras creencias.


2. Principio homeopático Lo similar se conecta con lo similar y estimula el cambio. Toda la materia viva mantiene un equilibrio en la vida. Por lo tanto, cuando las entidades vivientes, desde las células hasta los organismos, se desequilibran, harán todo lo que esté a su alcance para volver a ese equilibrio. Esto significa que los signos que encontramos, de los cuales se dice que surgen porque el sistema se está desequilibrando, son de hecho signos de todo lo contrario: el sistema está tratando de volver al equilibrio. Si nosotros aportamos a esta situación cosas similares, podremos ayudar al sistema en este proceso. Oponerse a los signos reduce el poder curativo. Estimular los signos aumenta el poder curativo. Si una zona física (o mental) de nuestro sistema se calienta, lo que debemos hacer para ayudar en nuestro proceso de curación es añadir más calor a esa zona. Si una zona física (o mental) de nuestro sistema se tensa, lo que debemos hacer para ayudar en nuestro proceso de curación es ejercer más presión sobre esa zona. Si nuestro sistema rechaza la comida, lo que debemos hacer para ayudar en nuestro proceso de curación es no comer.


3. Interacciones mentales Hay un intercambio constante entre la mente individual y el mundo exterior. Siempre se mantiene un equilibrio entre ambos. Cuando hay signos de conflicto, de desequilibrio, debemos hacernos conscientes de nuestra propia contribución a ese desequilibrio. Seremos capaces de alterar ese equilibrio, de reducir el conflicto, si alteramos nuestro propio comportamiento, nuestra actitud. Cuando uno se opone a su entorno, es probable (no necesario) que el entorno responda con una mayor presión. Cuando nuestro sistema comienza a sufrir bajo esa presión, es hora de que dejemos de oponernos a ese mundo externo, pues nuestro sistema nos está diciendo que ya no es capaz de soportar tanta presión en ese aspecto de nuestra vida. Si reducimos nuestra presión sobre el entorno nos aseguramos también de que la presión del entorno sobre nuestra vida va a disminuir. Esto permite que la sanación tenga lugar no solo en nuestra propia vida, sino también en nuestro entorno.


Estas son las únicas herramientas que necesitamos para superar los dolores y las dificultades de la vida. Si aceptamos que cada individuo tiene un reto en su vida y que afrontar ese reto causa malestar, y si aceptamos que el único que puede reducir la lucha en su vida es el propio individuo, entonces seremos capaces de disminuir drásticamente todo sufrimiento en nuestras propias vidas. Sufrimos solo porque nos oponemos a la realidad de nuestra vida. Solo si aceptamos esa realidad, seremos capaces de actuar de la mejor manera posible en nuestra vida para avanzar en el camino que nos ha sido destinado. O lo hacemos así, o en algún momento ya no será suficiente el esfuerzo que haga nuestro sistema para recuperar su equilibrio, y entonces nuestra vida se acabará. Esta es una realidad ineludible de la vida, y no servirá de nada que se utilicen las mejores y más sofisticadas intervenciones del ser humano.


Tratar de seguir adelante con el problema de fondo sin solucionar, con el desequilibrio subyacente, no permite que la vida florezca. Se queda en solo un intento de mantener la vida físicamente mientras la mente ya se ha desconectado, o incluso se ha ido

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